Dr. Norbert-Bertrand Barbe
En
nuestro trabajo sobre: "The
Manhattan Transcripts", referimos una ambivalencia en la concepción
del uso alternado de las tipologías, en Bernard Tschumi e en la opción de la
arquitectura sostenible y de su regeneración. Citamos el pasaje de nuestro
texto (punto 4 de nuestro texto):
"Tschumi escribe, devolviéndonos de
nuevo, y más claramente, a Foucault: "La
mayoría de las relaciones, por supuesto, quedan entre los dos. Puede usted
dormir en su cocina. Y pelear y amar. Estos cambios no son sin significado.
Cuando la tipología de una cárcel del siglo XVIII es transformada en un
ayuntamiento del siglo XX, el cambio sugiere una declaración crítica sobre
estas instituciones. Cuando un loft industrial en Manhattan es transformado en
residencia, un cambio similar ocurre, un cambio que es sin lugar a duda muchos
menos dramático. Los espacios son calificados por las acciones exactamente como
las acciones son calificadas por los espacios. El uno no debe detonar al otro;
existen independientemente. Sólo cuando intersectan se afectan mutuamente.
Recuerde el experimento de Kuleshov cuando la misma toma de la cara impasiva de
un actor es introducida en una variedad de situaciones, y la audiencia lee
diferentes expresiones en cada sucesiva yuxtaposición. Lo mismo ocurre en
arquitectura: el evento es alterado por cada nuevo espacio. Y vice-versa: al
atribuir a un dado, supuestamente "anónimo", espacio un programa
contradictorio, el espacio alcanza nuevo niveles de significado. Evento y
espacio no se mezclan, sino que se afectan el uno al otro. Similarmente a si la
Capilla Sixtina se usará para eventos de salto con garrocha, la arquitectura
entonces cesaría de dar a sus usuarios sus acostumbradas buenas intenciones.
Durante un tiempo la transgresión sería real y todopoderosa. Pero pronto la
transgresión de las expectativas culturales se vuelve aceptada. Igual que los
violentos collages surrealistas inspiran una retórica de advertencia, la regla
quebrantada es integrada a la vida diaria, sea a través de las motivaciones
simbólicas o tecnológicas./ Si la violencia es la metáfora clave, entonces el
mero carácter físico de la arquitectura trasciende la metáfora. Hay una
profunda sensualidad, un irreductible erotisme en la arquitectura. Esta
violencia subyacente varia de acuerdo a las fuerzas que son puestas en juego -
fuerzas racionales, fuerzas irracionales. Pueden ser deficientes o excesivas."
(en Architecture and Disjunction, Cambridge, Massachusett, MIT Press, 1996, pp. 130-131) La cuestión
del cambio de uso de una tipología dada tiene eco en las problemáticas de la
regeneración de la ciudad, donde las tesis del urbanismo sostenible plantean,
al contrario, reutilizar, con funciones a menudo distintas de las originales,
tipologías (en particular industriales, que son las que se encuentran en
general en estado de abandono) en lugar de crear nuevas amplificando así el
tamaño del crecimiento urbano (v. nuestro artículo sobre: "La Naturaleza como incidente")."
Sin
embargo el planteamiento de Tschumi, la reutilización de las tipologías,
históricamente, se ha definido por su poca definición. Tschumi cita el ejemplo
de los lofts, podemos agregar, como
lo hemos hecho numerosas veces, en particular en nuestro artículo sobre: "La arquitectura nicaragüense y lo simbólico",
el uso indiscriminado, tanto en Nicaragua, como en el mundo actual, de los hangares
de zinc como arquitectura polivalente.
En
la edad media, Miguel Sobrino ("Arquitectura
de la enseñanza: Entre el claustro y el aula", dentro del "Dossier: España: las primeras Universidades",
Las aventuras de la Historia, No 163,
2012, pp. 62-65) escribe:
"Espacios
polivalentes. Durante el medievo fueron definiéndose, a lo largo de unto
proceso, los difrentes tipos arquitectónicos. Hay dos características de la
época que impiden una clasificación estricta de esos tipos. Por una parte, la
Edad Media hizo suya la idea de espacio polivalente: una salón palaciego podía
servir de lugar de recepciones, convertirse en capilla mediante un altar
portátil, alojar un banquete instalando mesas y asientos o funcionar como
dormitorio tendiendo lechos y cortinajes, y cualquier iglesia rebasaba su papel
religioso para acoger reuniones gremiales y concejiles, escenificar fiestas y
representaciones teatrales, hacer de marco para las transacciones
comerciales... por otra parte, un modelo constructivo podía aplicarse entonces
a los más variados fines: valga de ejemplo el esquema de sala rectanfular con
techumbre de madera sobre arcos diafragma que, sobre todo en la corona de
Aragó, sirvió para construir templos, ayuntamientos, lonjas de comercio,
palacios, atarazanas, hospitales...
Con estos confusos mimbres, el aceramiento a una supuesta arquitectura
medieval para la enseñanza debe hacerse con prudencia. Y habrá que empezar
hablando de las que sin duda fueron sus sedes más antiguas, los monasterios y
las catedrales."
(pp. 63-64)
De
ello, no sólo remite a la galería claustral:
"desde
época visigoda hay constancia de la relación de la pedagogía con los centros
religiosos. No había aulas en ellos, pues las clases se impartían, como siguió
siendo mucho después, en ciertas capillas o en las galerías claustrales.
Complemento tanto de la enseñanza como de la vida monástica era la biblioteca:
en los claustros suele existir un hueco, llamado "armariolum", donde
se guardaban los libros que los monjes tomaban para leer en la galería del
"mandatum", junto al costado de la iglesia, que era la más soledada.
Quizá esa galería sirviese para la docencia, combinada con el
"scriptorum" donde trabajaban los copistas y que era, junto con la
cocina, el único espacio calefactada del cenobio." (p. 64)
Sino
que nos da un ejemplo concreto:
"El
aula de teología en Valencia. Pero es en otra catedral donde se conserva el
edificio para la enseñanza más notable de nuestra (entiéndase española) Edad Media cristiana. Muy cerca de la
primitiva fachada de la Catedral de Valencia se construyó, en el siglo XIV, un
aula de teología. Se concibió como un gran espacio cúbico, cubierto por una
bóveda estrellada, y con su puerta protegida mediante un pórtico. La ampliación
de la catedral destruyó ese pórtico y convirtió el aula en capilla, aunque la
nombrada flexibilidad medieval hizo que se utilizase también como sala
capitular y como sede para las Cortes del reino.
El aula, hoy llamada capilla del Santo Cáliz, se modificó modernamente
al instalarse en ella, a la manera de un retablo, el antiguo trascoro gótico,
pero se mantiene en una admirable integridad. Es emocionante contemplar intacta
la doble bancada de piedra que rodea la estancia, igual que el púlpito desde
donde el maestro impartía sus lecciones." (pp. 64-65)
Vemos
así cómo la arquitectura, si ha sido siempre, históricamente, polivalente,
tiene un papel o carácter meramente simbólico, ya que, contrariamente a lo que
plantean los tenants de la teoría mal
llamada funcionalista, por consiguiente no es cierto que la función define la
forma, ni tampoco que forma ni función definen, por choc en retour, los espacios arquitectónicos y sus ambientes, sino
que es, meramente, como ocurría en la edad media, según nos relata en su muy
interesante artículo Sobrino, y como hemos muchas veces estudiado en el período
contemporáneo actual, lo que, por otra parte, está a la vista de cualquiera que
tenga ojos para ver, el uso que se
quiere hacer de cualquier espacio que define su orientación, no la
configuración previa que tienen el edificio ni sus ambientes. A prueba, en
Nicaragua, las casas particulares, alquiladas por bancos y comercios, que, sin
modificación sustencial, hacen de cualquier tipología necesaria en el momento,
cambiando según el inquilino.
Dicho
de otra forma, la misma arbitrariedad que define el uso de cualquier
configuración arquitectónica para que sirva de manera contradictoria y sin
haber sido pensada para ello de espacio polivalente, demuestra, más que
cualquier discurso u teoría del diseño, que la función no define la forma, y
que ésta, aunque marcada por la costumbre, se puede emplear en distintas
medidas, unificadas simple y llanamente por lo que el que la usa dice a los
demás que es, por ende por el símbolo que,
como individuo (el propietario, el inquilino, el usuario) y como sociedad les
imponemos en un momento específico.